martes, 15 de enero de 2019

INICIOS Y EXPERIENCIA CON EL TAROT




               ¿De donde nace el don nato que, a algunos, nos hace ver más allá de lo que es evidente ante nuestros ojos? ¿Es acaso que en verdad uno es elegido para servir por medio de la intuición desarrollada? ¿Y de qué manera lo hacemos? Cada libro, cada guía, cada juego de cartas... todos nos explican un por qué, como nació todo, cual es el significado de cada carta y de qué manera debemos adivinar pero ¿las cosas siempre deben ser de la misma manera? El hecho de que así sea ¿quiere decir que no pueden ser empleadas de manera distinta?

               La lectura del Tarot siempre ha enmarcado la creencia de que las cartas pueden ser usadas para comprender situaciones actuales y futuras del consultante y que esto se realiza por medio de la adivinación. Algunos creen creen también que las cartas les favorecen, ayudándolos a introducirse en un inconsciente colectivo o que las cartas son guiadas por una fuerza espiritual como guía, y que esta les envía los mensajes que tienen que dar. En lo particular, he descubierto a lo largo de los años de que todo está por encima de esto y que incluso va más allá de la intuición. La clarividencia no puede reducirse solamente a conocer el significado de las cartas y revelarlo según los arcanos que salgan, o hacer mezclas entre uno y otro para adivinar la respuesta que busca el consultante. De hecho, cuando alguien necesita realmente del Tarot y no lo ve como un juego ¿por qué ha de anteponer la idea de que quien lo lee es un adivino y no un guía?

Los tiempos han cambiado, la lectura del Tarot también, y al paso del tiempo han aparecido infinidad de oráculos específicos para cada situación, dependiendo de lo que se quiera saber, de lo que se necesite decir, la mayoría de estos con mensajes incluidos en las cartas pero ¿Es este también el verdadero significado que uno debe dar a las cartas?

               Cuando obtuve mi primer Tarot -y ya saben la singular manera en que este llegó a mi vida-, seguí todos los métodos tradicionales de aprendizaje, de lectura y de tiradas. Desde la cruz celta, hasta la circular, o las veintiún cartas, todas para ver el pasado, adivinar el presente y el futuro y, aunque en un principio, en las primeras tiradas, me maravillé por los resultados, conforme fui obteniendo mayor experiencia y los oráculos llegaron a mi vida mostrándome nuevas tiradas, comprendí que la conexión entre el guía y las cartas lleva a un momento en que es mejor valerse de una técnica propia, personal, que nos conecta todavía más con el consultante, a la par que en vez de leerlo de manera tradicional, como si se atinara o se diera en el clavo de lo que alguien desea escuchar, se interpreta como una revelación total, una epifanía en la que ya no importa lo que fue, sino lo que es, puesto que de esto depende lo que vendrá, lo cual entonces se convierte en iluminación; algo muy íntimo, espiritual, y de gran complicidad entre guía y consultante.

A pesar de que muchos están convencidos de que la consulta que consiste en sacar ciertas cartas que antes han sido revueltas, no puede decir absolutamente nada acerca de un sujeto desconocido, de que algunos creen que la interpretación está relacionada con pactos demoníacos, o de que otros insisten en jugar a la adivinación mediante el Tarot, confiados en que las cartas son guiadas por ciertos espíritus o energías poderosas que dan al intérprete información acerca de quien pregunta, la verdad es que, hasta nuestros días, no existe nada que demuestre de la veracidad de esto. Lo cierto es que, como guía, yo he descubierto una ventana al interior de cada persona, la cual se abre con el contacto de energías de cada uno, y esto me ha llevado a transformar la manera de lectura, aunque debo admitir que esto ha reducido en gran cantidad el número de consultantes. ¿Por qué? Porque con el tiempo fui descubriendo que todo lo que sucede en nuestro entorno puede transformarse, según nuestro carácter, según nuestro raciocinio y según nuestras emociones, principalmente estas últimas. Fue así que decidí dar un giro de 180 grados, el cual me llevó primeramente a la duda sobre lo que estaba haciendo y finalmente a la negación, por lo que esto ya no tenía ningún significado para mi: al querer interpretar, en vez de predecir, al ser iluminado por el impulso de guiar, en vez de los ya monótonos juegos de adivinación, por los que otros adivinos maliciosos me tendieron trampas -ya sabrán de estas experiencias más adelante-, y principalmente porque mental y espiritualmente yo ya me había transformado y me convencí de que no es importante saber quién te robó, quién te engañó, que tan grave es tu enfermedad, si te vas a casar o si te sacarás la lotería. ¡Para mí esas ya eran banalidades! ¡Rituales hoscos y aburridos que ni a mi ni al consultante nos llevaban a ninguna parte! ¿Por qué no saber la razón por la que la gente te roba, desde dinero hasta energía? ¿Por qué la gente te engaña con facilidad? ¿Cual es la razón por la que el dinero no llega a tu vida? ¿Por qué no has podido encontrar una pareja? ¿A qué se debe que hayas enfermado? ¡La raíz de todo! ¡El origen y razón por la que estás atravesando por esto! Y no el por qué o por quién. Todo esto se convirtió en un devaneo que me hundió en la desesperanza. Pasé por el infierno de la oscilación sobre mis dones, dudé tenerlos, me creí otro más de esos adivinos que solo intentan timar a sus clientes y no quise saber más del Tarot que había llegado a mi vida de manera inesperada y mágica. ¡No podía ser posible que todo se redujera a las necesidades y la malicia de la gente! Por lo que decidí no leerlo más, y la magia inesperada otra vez, de manera insólita, me llevó a un nuevo principio: El interior.

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