¿De
donde nace el don nato que, a algunos, nos hace ver más allá de lo
que es evidente ante nuestros ojos? ¿Es acaso que en verdad uno es
elegido para servir por medio de la intuición desarrollada? ¿Y de
qué manera lo hacemos? Cada
libro, cada guía, cada juego de cartas... todos nos explican un por
qué, como nació todo, cual es el significado de cada carta y de qué
manera debemos adivinar pero ¿las cosas siempre deben ser de la
misma manera? El hecho de que así sea ¿quiere decir que no pueden
ser empleadas de manera distinta?
La
lectura del Tarot siempre ha enmarcado la creencia de que las cartas
pueden ser usadas para comprender situaciones actuales y futuras del
consultante y que esto se realiza por medio de la adivinación.
Algunos creen creen también que las cartas les favorecen,
ayudándolos a introducirse en un inconsciente colectivo o que las
cartas son guiadas por una fuerza espiritual como guía, y que esta
les envía los mensajes que tienen que dar. En lo particular, he
descubierto a lo largo de los años de que todo está por encima de
esto y que incluso va más allá de la intuición. La clarividencia
no puede reducirse solamente a conocer el significado de las cartas y
revelarlo según los arcanos que salgan, o hacer mezclas entre uno y
otro para adivinar la respuesta que busca el consultante. De hecho,
cuando alguien necesita realmente del Tarot y no lo ve como un juego
¿por qué ha de anteponer la idea de que quien lo lee es un adivino
y no un guía?
Los
tiempos han cambiado, la lectura del Tarot también, y al paso del
tiempo han aparecido infinidad de oráculos específicos para cada
situación, dependiendo de lo que se quiera saber, de lo que se
necesite decir, la mayoría de estos con mensajes incluidos en las
cartas pero ¿Es este también el verdadero significado que uno debe
dar a las cartas?
Cuando
obtuve mi primer Tarot -y ya saben la singular manera en que este
llegó a mi vida-, seguí todos los métodos tradicionales de
aprendizaje, de lectura y de tiradas. Desde la cruz celta, hasta la
circular, o las veintiún cartas, todas para ver el pasado, adivinar
el presente y el futuro y, aunque en un principio, en las primeras
tiradas, me maravillé por los resultados, conforme fui obteniendo
mayor experiencia y los oráculos llegaron a mi vida mostrándome
nuevas tiradas, comprendí que la conexión entre el guía y las
cartas lleva a un momento en que es mejor valerse de una técnica
propia, personal, que nos conecta todavía más con el consultante, a
la par que en vez de leerlo de manera tradicional, como si se atinara
o se diera en el clavo de lo que alguien desea escuchar, se
interpreta como una revelación total, una epifanía en la que ya no
importa lo que fue, sino lo que es, puesto que de esto depende lo que
vendrá, lo cual entonces se convierte en iluminación; algo muy
íntimo, espiritual, y de gran complicidad entre guía y consultante.
A
pesar de que muchos están convencidos de que la consulta que
consiste en sacar ciertas cartas que antes han sido revueltas, no
puede decir absolutamente nada acerca de un sujeto desconocido, de
que algunos creen que la interpretación está relacionada con pactos
demoníacos, o de que otros insisten en jugar a la adivinación
mediante el Tarot, confiados en que las cartas son guiadas por
ciertos espíritus o energías poderosas que dan al intérprete
información acerca de quien pregunta, la verdad es que, hasta
nuestros días, no existe nada que demuestre de la veracidad de esto.
Lo cierto es que, como guía, yo he descubierto una ventana al
interior de cada persona, la cual se abre con el contacto de energías
de cada uno, y esto me ha llevado a transformar la manera de lectura,
aunque debo admitir que esto ha reducido en gran cantidad el número
de consultantes. ¿Por qué? Porque con el tiempo fui descubriendo
que todo lo que sucede en nuestro entorno puede transformarse, según
nuestro carácter, según nuestro raciocinio y según nuestras
emociones, principalmente estas últimas. Fue así que decidí dar un
giro de 180 grados, el cual me llevó primeramente a la duda sobre lo
que estaba haciendo y finalmente a la negación, por lo que esto ya
no tenía ningún significado para mi: al querer interpretar, en vez
de predecir, al ser iluminado por el impulso de guiar, en vez de los
ya monótonos juegos de adivinación, por los que otros adivinos
maliciosos me tendieron trampas -ya sabrán de estas experiencias más
adelante-, y principalmente porque mental y espiritualmente yo ya me
había transformado y me convencí de que no es importante saber
quién te robó, quién te engañó, que tan grave es tu enfermedad,
si te vas a casar o si te sacarás la lotería. ¡Para mí esas ya
eran banalidades! ¡Rituales hoscos y aburridos que ni a mi ni al
consultante nos llevaban a ninguna parte! ¿Por qué no saber la
razón por la que la gente te roba, desde dinero hasta energía? ¿Por
qué la gente te engaña con facilidad? ¿Cual es la razón por la
que el dinero no llega a tu vida? ¿Por qué no has podido encontrar
una pareja? ¿A qué se debe que hayas enfermado? ¡La raíz de todo!
¡El origen y razón por la que estás atravesando por esto! Y no el
por qué o por quién. Todo esto se convirtió en un devaneo que me
hundió en la desesperanza. Pasé por el infierno de la oscilación
sobre mis dones, dudé tenerlos, me creí otro más de esos adivinos
que solo intentan timar a sus clientes y no quise saber más del
Tarot que había llegado a mi vida de manera inesperada y mágica.
¡No podía ser posible que todo se redujera a las necesidades y la
malicia de la gente! Por lo que decidí no leerlo más, y la magia
inesperada otra vez, de manera insólita, me llevó a un nuevo principio: El
interior.
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