sábado, 19 de enero de 2019

SI ESTÁ EN TI, BUSCA EN TU INTERIOR




"Cerré los ojos y respire profundamente. 
Me limité a contemplar con el sentido del oído el pacífico sonido del mar, que me rodeaba en ese instante. 
De pronto desaparecí..."

               A veces hay que ir tan lejos para encontrar la luz y el centro de nuestro ser... Aprender a respirar y recibir la oportunidad de desaparecer en espíritu mientras se está presente de manera terrenal, ha sido algo invaluable que cambió mi perspectiva de todo en la vida, principalmente porque hubo en mi un despertar espiritual ajeno a todo lo que había visto, escuchado, leído y hasta degustado en mi existencia.

               Hubo un tiempo en el que me había alejado de manera efímera de la interpretación del Tarot. Ya no deseaba escuchar las mismas preguntas de siempre ni tener que atenerme a necedades de gente que insistía -solo algunas veces- en preguntar siempre lo mismo, buscando que le dijera solo lo que querían escuchar. Sin embargo la conexión con mis cartas no había desaparecido. Simplemente estaba tomándose un receso necesario, que nos embarcaría a un viaje de auto descubrimiento y transformación. Como era costumbre, siempre lo llevaba conmigo, a todo lugar, en cada viaje, como un talismán del que no podía desprenderme, puesto que desde el momento en que nos conocimos ya no podíamos estar alejados el uno del otro. Incluso en ese lapso en que yo estaba aburrido y cansado de interpretarlo y dar casi siempre las mismas respuestas a las mismas preguntas, llegando incluso a dudar de mi. 

               Fue un viaje al sudeste asiático el que cambió el curso de todo. No puedo negar que a mi paso conocí a una o dos personas confundidas a las que me nació hacerles una lectura, descubriendo que, sin importar a qué rincón del mundo huyas buscando respuestas, en todas partes las preocupaciones son las mismas: Salud, dinero y amor. Fue entonces que comprendí el por qué tantos charlatanes se valen de la preocupación ajena para enriquecerse, al grado de ser visto como grandes adivinos, magos, e incluso dioses. Yo sin embargo me sentía ajeno a todo esto y pronto un encuentro y dos motivos me hicieron renacer interpretativamente. 

               Mi estancia por aquellas tierras fue sin duda una prueba, y la consagración de toda experiencia, desde el día en que nací, que me laureaba con un halo espiritual. Pasé mucho tiempo en silencio, perdido en mis propios pensamientos y haciendo meditaciones sobre las señales en el aquí y el ahora, pues cuanto más conocía a viajeros que se decían ser espirituales y otros que llegaban buscando una experiencia espiritual, más me percataba de la inmundicia en el mundo. Siempre escuché a muchos decir que QUERÍAN SER espirituales, que necesitaban de la vida espiritual para sanarse y ser felices, pero también lamentarse porque a pesar de haber encontrado el medio y haber creído que de la nada caminarían sobre las aguas, como Jesucristo, nada nuevo en sus vidas pasaba. Llegué a descubrir, incluso, que los grandes centros de yoga ya se habían convertido en centros de perdición, en los que se alteraron las raíces de la doctrina brahmanica, concentrándose solo en la estética y el éxtasis terrenal, alejados de la contemplación, la perfección espiritual y es estado beatífico. Y encima de esto, quienes lo practicaban y conseguían un máster, se sentían tocados por Dios, y algunos hasta consideraban seres equivocados y faltos de espiritualidad a las demás criaturas humanas del mundo. Tal situación me hizo dudar de que la espiritualidad en verdad se pudiera manifestar bailando y consumiendo drogas con otra gente, en grupos o en masas. Finalmente todos somos cuerpo y espíritu, juntos, solo que nadie nos enseña a mantener encendida la llama espiritual, cuando nos inculcan los "principios" de la humanidad, y la religiosidad. Sin embargo mi vida no estaba ahí, jamás sería parte de esos juegos pretenciosos y banales que cada cual olvidaría al volver a su país. Yo prefería estar conmigo mismo, frente al mar de corales, respirando, cerrando los ojos y escuchando el agua del mar. ¿Qué es lo que tengo que aprender?, me preguntaba. Y mi mente terrenal nada me respondía, pues no sabía que aquello no se trataba de un lapso de tiempo, como terminar la escuela primaria o la universidad, si no que el encuentro consigo mismo, con su destino, puede llevar semanas, incluso años, y algunas veces, ni siquiera alcanza toda la vida y hay que esperar a nuestro regreso, con una nueva envoltura. Sin embargo los mensajes aparecen inesperadamente, como las oportunidades, y si no te das cuenta de su paso también los puedes dejar ir. Así pues el mundo espiritual: Debes estar atento, porque cuando tiene planes para ti, sin importarle que estés preparado o no, simplemente se manifiesta.

               Alguien me invitó a hacer una visita a la casa de un cultivador de semillas que poco a poco iba ganando terreno importante entre la creciente comunidad vegana de Bali. Aunque la propuesta no me pareció atractiva, ni me interesaba seguir en silencio, escuchando a gente hablando en el idioma local, dentro de una casa desconocida, el saber que este hombre se había casado con una mujer japonesa a la que le gustaba también leer el Tarot fue el detonante para que me entusiasmara. Recuerdo a aquellos colegas que alguna vez acudieron a mi, disfrazados de simples mortales, para que les leyera las cartas y así supieran hasta donde llegaban mis capacidades adivinatorias, pues seguramente al enterarse de mi existencia, sintieron lo mismo que yo en ese instante. Pero más allá de querer poner a prueba a una colega, luego de tantas meditaciones quería preguntarle si ella alguna vez se sintió perdida, como yo. Quería que me dijera cuales son sus experiencias con las tiradas, si también sentía de vez en cuando apatía por la gente que quería saber de lo mismo de siempre y si el cobrar por las sesiones nos alejaba de la virtud. Al llegar a su casa, un dúplex blanco y común y corriente, como los que puedes encontrar en cualquier suburbio, en cualquier país, con un jardín ensombrecido por enormes bambús y embellecido por una pequeña piscina, sentí que las horas pasarían rápidamente al ver al granjero, quien se mostró amable y nos dio una bienvenida cálida. Sin embargo toda emoción alentadora desapareció cuando me dijo que su esposa se encontraba visitando a su familia, en Japón. No dejé de culparme en silencio por haber aceptado aquella invitación. Llegamos al medio día y para las 4 de la tarde yo sentía que habían pasado doce horas. Seguramente atraje estos sucesos con mis pensamientos negativos -pensé-, pero pronto me llevé una sorpresa cuando di un paseo por la casa y en una vitrina de cristal vi encerrado, como en una jaula de oro, la señal de que mi arma más poderosa iba a cambiar de sentido para toda mi vida.

              Su cubierta era de un rojo enigmático, con unas manos entreabiertas en su inferior, de las cuales emanaba una luz pacificadora. En el medio, con letras en amarillo y la segunda palabra en azul celeste, leí todo su contenido: My spiritual reading cards*. Mi corazón no podía dejar de vibrar con fascinación. Quería tocarlas, sentirlas, contemplarlas, conocer su contenido, pero... ¿No sería demasiado mi atrevimiento, si abriera aquella caja de cristal para extraerlas? Sin embargo el mensaje no hubiera sido dado si solo me hubiera limitado a apreciarlas desde la distancia.

               - Son las cartas de mi esposa -apareció repentinamente el granjero-. A ella le gustan esas cosas...

               - A mi también -respondí-. De hecho, antes me dedicaba a interpretarlas para otras personas.

El hombre simplemente se quedó mirándome con extrañeza. Sus ojos denotaban cierta incredulidad pero en cuestión de segundos reaccionó:

               -¡Oh, no! -exclamó con una sonrisa- ¡Ella no lee cartas a otras personas! Estas solamente las compró y las utiliza para ella misma. Mira, puedes verlas si quieres. No son como un Tarot tradicional.

               La emoción me invadió en ese instante. No podía creer que la oportunidad se me hubiera presentado por sí misma. Toqué el empaque y sentí una enorme fuerza que ya me predestinaba. Las cartas contenían cada una un mensaje sobre lo que se te aconsejaba meditar, justamente lo que yo estaba haciendo desde días después de mi llegada al sudeste. Sus colores brillantes, mágicos, y cada los significados en cada una de ellas, me alentaron a querer saber más, a descubrirlas. SIn embargo sabía que el tiempo de tenerlas en mis manos se terminaba. El marido de su dueña me veía con una sonrisa que más que comprenderme me apresuraba. 

               -¿Sabes donde puedo conseguirlas? -me atreví.

               -No, no lo se. Es que en Bali es muy difícil encontrar este tipo de cosas. Mi esposa las trajo de Estados Unidos, las utiliza para ella misma.

Extendió sus manos, pidiéndomelas en silencio. Se las devolví, agradeciéndole, y regresamos al jardín, donde de nueva cuenta me perdí en mis pensamientos. Investigué en mi teléfono todo lo relacionado con la autora, una vidente y médium de gran experiencia, acusada por algunos de ser justamente del tipo de guía en que no me quería convertir: Aquél que usa la técnica de adivinación mediante un análisis rápido del lenguaje corporal,  origen étnico, orientación sexual, escolaridad, manera de hablar y otras apariencias de la persona estafada. Decidí no leer más sobre las críticas a su persona, sino algo de su trabajo, y al querer indagar me encontré con testimonios de personas a las que este juego de cartas les había resultado significativo.

               Luego de días meditando sobre el rumbo que estaba tomando mi vida espiritual, de los encuentros con personas que me daban evidencia de que es posible una transformación, hablé con una chica de Eslovenia sobre las confusiones y el hastío que venía arrastrando desde mucho antes de abandonar a mi país.

               -¿Por qué no pruebas utilizar tu tarot de manera más personal? -me preguntó- Tú tienes un gran talento, incluso podría decir que a pesar de que reniegas, llevas a todas partes tu don. He visto como te expresas ante la gente, como a pesar de las dudas y el dolor que te acompañan, siempre tienes para todos un gesto amable y los haces sentir bien. Quizás si encontraras una manera -Continuó- de ver en tus cartas lo que nadie más busca, para ayudar a las personas no a justificarse y compadecerse, ni siquiera para alegrarse, sino para encontrarse y comprenderse a sí mismas, tal vez tu visión cambiaría y el gusto por lo que hacías vuelva a ti.

Sus palabras me hicieron comprender que no podía desperdiciar mi don, sino que debía usarlo para beneficiar a otros, independientemente de que lo buscaran o no. Fue así que medité durante días, no solo acerca de las situaciones por las que estaba atravesando y que parecían ser un abismo de oscuridad contra el cual tenía que luchar para reencontrarme y comprender el sentido de la espiritualidad, sino que medité sobre cada carta, su significado y contenido, sobre los colores que cada juego de ella posee y cómo los mensajes pueden sufrir una metamorfosis en cada una de ellas, dependiendo de su contenido y de las circunstancias por las que se leen. Entonces a mi paso fueron apareciendo otro tipo de cartas, algunos oráculos destinados a ahondar sobre temas en específico. Parecía que la transformación sucedía justo en el momento en que la deseaba. Volví a mi país para hablar con colegas, con médiums y seres espirituales al servicio de otros, que coincidieron con las palabras de aquella chica eslovaca. Las dudas que se habían apoderado de mi lentamente se disiparon, y a mi ser llegó el miedo a fracasar en lo que ahora me encomendaba: El despertar espiritual de quienes recurrían a mi. Y lo dejé suceder... Dejé que las cartas hablaran por si solas, enviando mensajes decisivos a los consultantes que querían saber sobre su salud, el dinero y el amor, pero hallé la manera de llevarlos a otra dimensión, la de su SER, lejos del ego, para que tanto sus guías como sus demonios se manifestaran y les dieran los mensajes definitivos, porque se puede querer amar, buscar y desear amor, pero al no encontrarlo dejamos de amarnos a nosotros mismos, sintiéndonos culpables. Generamos dinero que gastamos en parecernos a modelos que nos han enseñado que son aceptables, en asuntos que nos hagan pertenecer a los más altos estándares, en aparentar todo aquello que no somos, y después nos preguntamos por qué no nos rinde. Nos enojamos, entristecemos, envidiamos, maldecimos, nos avergonzamos hasta de llorar por el miedo a que nos vean vulnerables, y protestamos cuando sin querer han herido nuestra susceptibilidad, y después nos lamentamos tras preguntarnos por qué hemos enfermado de gravedad.

               Siempre he tenido la certeza de que el mundo es un sitio increíblemente maravilloso, lleno de bendiciones y muchas cosas buenas, al que el humano ha convertido en un lugar hostil. Y todos hemos crecido, sin querer, siendo cómplices de eso. La vida espiritual, la meditación y el Tarot, a mi me han enseñado a vivir ajeno a los parámetros implementados por las sociedades creadas por el hombre. Lejos estoy de seguir estándares que a otros han robotizado, alejándolos de la comunión con la madre naturaleza y su propio espíritu, hundiéndose cada día más en un abismo de pernición. Y para eso es que uso mi arma más poderosa: el Tarot. Lo he complementado con otros oráculos, tan parecidos y tan distintos el uno del otro, con el único propósito de que tú, que lees esto, cuando acudas a una consulta salgas satisfecho, independientemente de si el destino es incierto o depara infortunio para ti, puesto que si me dejas ayudarte a escuchar tu voz interior, a aclaras las dudas que viven ocultas no en tu mente, sino en tu corazón, podrás verlo todo como lo que es: Una nueva oportunidad de aprendizaje, porque no hay luz sin oscuridad, felicidad sin tristeza, ni amor sin dolor. Todo, incluso el lado adverso de cada sentimiento, de cada experiencia de vida, de cada situación, nos lleva de la mano a un nuevo aprendizaje, nos da señales sorpresivas sobre lo que debemos cambiar, sobre lo que a pesar de nosotros mismos tenemos que aceptar, porque el espíritu no se transforma a sí mismo, el espíritu se mantiene encerrado, aprisionado, aguardando a que surja el momento en que lo dejes SER, libre de culpas y materialismo, para que puedas resplandecer, pues descubrirás que toda bendición está en ti... si buscas en tu interior.




*My spiritual reading cards, Sylvia Browne, 2009



martes, 15 de enero de 2019

INICIOS Y EXPERIENCIA CON EL TAROT




               ¿De donde nace el don nato que, a algunos, nos hace ver más allá de lo que es evidente ante nuestros ojos? ¿Es acaso que en verdad uno es elegido para servir por medio de la intuición desarrollada? ¿Y de qué manera lo hacemos? Cada libro, cada guía, cada juego de cartas... todos nos explican un por qué, como nació todo, cual es el significado de cada carta y de qué manera debemos adivinar pero ¿las cosas siempre deben ser de la misma manera? El hecho de que así sea ¿quiere decir que no pueden ser empleadas de manera distinta?

               La lectura del Tarot siempre ha enmarcado la creencia de que las cartas pueden ser usadas para comprender situaciones actuales y futuras del consultante y que esto se realiza por medio de la adivinación. Algunos creen creen también que las cartas les favorecen, ayudándolos a introducirse en un inconsciente colectivo o que las cartas son guiadas por una fuerza espiritual como guía, y que esta les envía los mensajes que tienen que dar. En lo particular, he descubierto a lo largo de los años de que todo está por encima de esto y que incluso va más allá de la intuición. La clarividencia no puede reducirse solamente a conocer el significado de las cartas y revelarlo según los arcanos que salgan, o hacer mezclas entre uno y otro para adivinar la respuesta que busca el consultante. De hecho, cuando alguien necesita realmente del Tarot y no lo ve como un juego ¿por qué ha de anteponer la idea de que quien lo lee es un adivino y no un guía?

Los tiempos han cambiado, la lectura del Tarot también, y al paso del tiempo han aparecido infinidad de oráculos específicos para cada situación, dependiendo de lo que se quiera saber, de lo que se necesite decir, la mayoría de estos con mensajes incluidos en las cartas pero ¿Es este también el verdadero significado que uno debe dar a las cartas?

               Cuando obtuve mi primer Tarot -y ya saben la singular manera en que este llegó a mi vida-, seguí todos los métodos tradicionales de aprendizaje, de lectura y de tiradas. Desde la cruz celta, hasta la circular, o las veintiún cartas, todas para ver el pasado, adivinar el presente y el futuro y, aunque en un principio, en las primeras tiradas, me maravillé por los resultados, conforme fui obteniendo mayor experiencia y los oráculos llegaron a mi vida mostrándome nuevas tiradas, comprendí que la conexión entre el guía y las cartas lleva a un momento en que es mejor valerse de una técnica propia, personal, que nos conecta todavía más con el consultante, a la par que en vez de leerlo de manera tradicional, como si se atinara o se diera en el clavo de lo que alguien desea escuchar, se interpreta como una revelación total, una epifanía en la que ya no importa lo que fue, sino lo que es, puesto que de esto depende lo que vendrá, lo cual entonces se convierte en iluminación; algo muy íntimo, espiritual, y de gran complicidad entre guía y consultante.

A pesar de que muchos están convencidos de que la consulta que consiste en sacar ciertas cartas que antes han sido revueltas, no puede decir absolutamente nada acerca de un sujeto desconocido, de que algunos creen que la interpretación está relacionada con pactos demoníacos, o de que otros insisten en jugar a la adivinación mediante el Tarot, confiados en que las cartas son guiadas por ciertos espíritus o energías poderosas que dan al intérprete información acerca de quien pregunta, la verdad es que, hasta nuestros días, no existe nada que demuestre de la veracidad de esto. Lo cierto es que, como guía, yo he descubierto una ventana al interior de cada persona, la cual se abre con el contacto de energías de cada uno, y esto me ha llevado a transformar la manera de lectura, aunque debo admitir que esto ha reducido en gran cantidad el número de consultantes. ¿Por qué? Porque con el tiempo fui descubriendo que todo lo que sucede en nuestro entorno puede transformarse, según nuestro carácter, según nuestro raciocinio y según nuestras emociones, principalmente estas últimas. Fue así que decidí dar un giro de 180 grados, el cual me llevó primeramente a la duda sobre lo que estaba haciendo y finalmente a la negación, por lo que esto ya no tenía ningún significado para mi: al querer interpretar, en vez de predecir, al ser iluminado por el impulso de guiar, en vez de los ya monótonos juegos de adivinación, por los que otros adivinos maliciosos me tendieron trampas -ya sabrán de estas experiencias más adelante-, y principalmente porque mental y espiritualmente yo ya me había transformado y me convencí de que no es importante saber quién te robó, quién te engañó, que tan grave es tu enfermedad, si te vas a casar o si te sacarás la lotería. ¡Para mí esas ya eran banalidades! ¡Rituales hoscos y aburridos que ni a mi ni al consultante nos llevaban a ninguna parte! ¿Por qué no saber la razón por la que la gente te roba, desde dinero hasta energía? ¿Por qué la gente te engaña con facilidad? ¿Cual es la razón por la que el dinero no llega a tu vida? ¿Por qué no has podido encontrar una pareja? ¿A qué se debe que hayas enfermado? ¡La raíz de todo! ¡El origen y razón por la que estás atravesando por esto! Y no el por qué o por quién. Todo esto se convirtió en un devaneo que me hundió en la desesperanza. Pasé por el infierno de la oscilación sobre mis dones, dudé tenerlos, me creí otro más de esos adivinos que solo intentan timar a sus clientes y no quise saber más del Tarot que había llegado a mi vida de manera inesperada y mágica. ¡No podía ser posible que todo se redujera a las necesidades y la malicia de la gente! Por lo que decidí no leerlo más, y la magia inesperada otra vez, de manera insólita, me llevó a un nuevo principio: El interior.

viernes, 11 de enero de 2019

BIENVENIDOS A LA CASA


                    Desde que tengo uso de razón -y vaya que mi memoria de árbol se remonta a muchos años atrás-, mi contacto con el mundo espiritual estuvo lleno de señales. De una u otra forma los maestros ascendidos se manifestaron, mostrándome los dones que a veces me asustaban y otras me maravillaban. No fue casualidad que mi infancia estuviera llena de simbolismos mágicos y chamánicos, o que tuviera ese roce temprano con el espiritismo y la herbolaria. Hoy estoy convencido de que todos esos sucesos fueron señales, manifestaciones, voces susurrándome y desenvolviéndose ante mis ojos, indicándome que debía preparar mi mente para abandonarse al SER, desarrollando así una sensibilidad nata. Tan “nata” como mi abuela, que fue la responsable de estos primeros contactos puesto que como casi toda mujer mexicana nacida en la primera mitad del siglo XX tenía creencias paganas. Desde pequeño tuve contacto con entes de otras dimensiones, y viví tocado y sanado por curanderos, homeópatas y brujos. Probé casi todos los remedios mágicos de la abuela, que siempre aseguró que solo Dios tenía el poder y la fuerza para sanar o destruir, sin importar los medios. Pero para ese entonces, mi concepción de Dios era distinta a la que es ahora, lo mismo que mi sensibilidad.

Fue en 1997 cuando sin procedimiento alguno basado en la ciencia o la razón, tuve mi primer contacto con el arte adivinatorio, en un país musulmán, en el que la tradición de beber café entre las mujeres, y leer el fondo de la taza más tarde, durante la tertulia, atrapó mi curiosidad nata.

¿Qué era todo ese bulto de café espeso al fondo de las pequeñas tazas? ¿Por qué cada mujer lo miraba con intriga y luego sonreía, compartiendo lo que había captado su instinto? ¿Es así que funciona la psique? -me pregunté en repetidas ocasiones. Y fue por medio de la madre de una amiga que supe lo que significaba mirar al fondo de la taza, admirando las figuras que se formaban al rededor, las cuales contenían magia que describía los sucesos del pasado tanto como los del presente y el futuro.

               -Si yo puedo verlo, tú también puedes- me dijo. Pero mi miedo era tan grande como mi curiosidad, y a los 16 años no quería perder el tiempo tratando de aprender algo en un país que me maravillaba y el cual deseaba recorrer antes de que se me agotara el tiempo, así que tuve que esperar hasta mi retorno a México para preguntarme si en verdad podría. Lo intenté y fracasé, como casi todos los que nos iniciamos, al principio, pero no desistí. Ahora mi miedo se había transformado en voluntad; una voluntad tan grande como la paciencia que en ese momento comencé a desarrollar, y al paso de unos meses comencé a probar con amigos y empleadas de mi madre si lo que veía en aquellos signos era verdadero. Como casi todos los que nacemos con el don, y comenzamos a desarrollarlo, recibí a cambio risas y burlas por parte de los incrédulos, pero aciertos silenciosos que se manifestaban en los rostros de quienes, intrigados por la certeza de mis adivinanzas, quedaban perplejos y deseaban saber más, aunque nunca dijeran si era cierto o falso, hasta que alguien que vio en mi el potencial me sugirió dedicarme a la lectura y cobrar por ello. Y le hice caso. Dentro de poco me hice de una pequeña cartera de clientas universitarias y una que otra madre de familia, las cuales acudían a mi en grupo ya sea para reírse o para asombrarse por los pronósticos, siempre en complicidad, haciéndome recordar las tertulias de las mujeres turcas, en las que tuve mi primer contacto con el mundo psíquico. Sin embargo hubo un tiempo en el que esas tardes de tertulias con jóvenes curiosas o amas de casa confundidas ya no me satisfacían. Las lecturas de café parecían algo tan superficial, tan intrascendente, que comencé a sentir un vacío interior que con nada se compensaba, pero los caminos mágicos de la vida espiritual se hacen presentes de maneras divinamente misteriosas, y pronto tuve aquel sutil encuentro con el que sería mi compañero inseparable, mi arma más poderosa, por el resto de mis días en el mundo físico.

¿No es curioso que haya sido en domingo, justamente un día sagrado? ¿No era una gran coincidencia mi repentina atracción por estos métodos y mi reciente obstinación por la poesía? ¿Y no será pretencioso pensar que todo se trató de una conspiración, una alianza de fuerzas sobrenaturales? Porque después de tantos años de lo ocurrido, no puedo imaginarlo de otra manera: Cuando eres elegido, los caminos se te abren, como las aguas del mar a Moisés, y solo tú decides si tienes la fe para adentrarte en ese camino incierto y quedar atrapado en él, o permanecer a la orilla, cargando a cuestas el temor, la duda, y hasta el remordimiento.

Fue en una feria de libros, un domingo, en el zócalo de mi ciudad, que surgió nuestro flechazo. Recorrí algunos estantes, quizás no más de tres, cuando su brillante cubierta roja, como la sangre, me atrapó. Leí cinco letras en color amarillo, formando una palabra: TAROT, y el latir de mi corazón casi se paralizó. Misterio, Ocultismo, magia, brujería, y hasta pacto con el diablo, fue lo que me vino la mente al verle. Quedé allí, frente a él, paralizado, sin poder moverme, sin saber qué decir. Su magia aún envuelta me hechizó.

               -¿Quieres verlo? -Me preguntó la amable chica que atendía el estante. Si te interesa puedo abrirlo para que lo cheques, sin compromiso.

                    -No, gracias -titubeé.

La vendedora se dio la vuelta para atender a otras personas y yo, aunque no podía dejar de observarlo, no tenía más remedio que seguir mi camino. Recorrí todos los estantes que restaban en busca de verlo de nuevo, de encontrarme con algo parecido, pero nada podía satisfacerme. En mi mente solo estaba él, adentrándose en mi, como el primer gran amor. Volví a casa sintiendo un vacío, sintiendo una gran necesidad. No pude dormir ¿Será que alguien ya lo ha comprado? -pensaba. ¿Será el único que hay en existencia? La inquietud no me dejaba tranquilo. Fue tan larga aquella noche eterna de desasosiego. Comencé un nuevo día con la rutina habitual, pensando en tener un tiempo libre para volver a aquella feria en busca de aquél desconocido del que me había enamorado a primera vista. Y así lo hice, volviendo a repetir el mismo ritual del día anterior.

               -¿Quieres que te lo muestre? -Me preguntó aquella misma voz femenina del día anterior, esta vez incitándome con una mirada provocativa, acompañada de una sonrisa gentil.

               -No lo se -respondí. Solo estoy mirando por curiosidad.

               -Pero nada pierdes con verlo. Míralo, igual y te animas.

De haber visto yo mismo mi rostro en el momento en el que ella lo tomó en sus manos y lo abrió, para extraerlo de su cubierta, juraría que habrá sido el de alguien a quien le presentan repentinamente a la persona en la que sueña y piensa. Estoy convencido de que palidecí en esos segundos, mientras veía como la atenta y cordial mujer lo extraía y me lo ofrecía, para tenerlo en mis manos, en las que sentí una enigmática fuerza al sostenerlo.

               -Míralo bien -Me advirtió. Es el único que tengo y ya varias personas me han preguntado por él.

Le sonreí, desconfiado, pues seguramente quería incitarme a comprarlo, como hacen todos los vendedores en esas ferias, sin embargo al ver cada carta sentí una necesidad inexplicable de tenerlo conmigo. Los arcanos me hablaban, me pedían ser mi compañía, me descifraban sucesos que todavía no comprendía, y curiosamente fijé mi mirada en la carta de los enamorados, él y yo, ahí, al desnudo, listos para vivir en una comunión indestructible. Sin embargo me invadió el miedo a lo que pensaría mi madre. Durante lo que había sido mi vida hasta ese entonces, fuera de casa siempre escuché que el Tarot estaba relacionado con el diablo, que las brujas negras lo leían y todas eran perversas. Había crecido con tantos mitos al rededor de él que simplemente lo devolví y me fui. ¿A caso me estaría condenando por sentir atracción por él? Y si aquella fuerza en verdad fuera siniestra ¿Por qué no dejaba de desearlo? ¿Por qué me atormentaba tanto mi ignaro pensamiento cristiano?¡La oscuridad me estaba rondando! ¡Virgen Inmaculada! Lo devolví y decidí desistir de la idea de comparalo. Quizás lo único que me atraía de él era el lado negativo que representaba para aquellos a los que había escuchado hablar de lo que significaba. Traté de concentrarme en el trabajo, en otras tareas, pero lo cierto es que no podía dejar de pensarle. Entre esas cartas y yo se había creado un magnetismo inexplicable, como un presagio de unión eterna a la que no me podía resistir, por lo que al paso de unos días, nuevamente en domingo, pero por la noche, me presenté en aquél estante, temeroso a que alguien más ya se hubiera hechizado con su magia, y se lo hubiera llevado, apartándome de él para siempre. Aquella chica simpática y de cabello negro muy corto se dio cuenta de mi presencia, de mi búsqueda, de mi desilusión, pues no lograba encontrarlo. Con una sonrisa sospechosa, como si ya me estuviera esperando, se acercó a mi, extrayéndole de algún lugar debajo de lo que se encontraba a la venta.

               -Te ha estado esperando -Se atrevió con una connivencia clarividente-, y te recomiendo que te lo lleves, porque si has vuelto tantas veces es porque te está llamando. Ten -Me lo entregó-. Tócalo, siéntelo. También tengo el libro, por si te interesa.

               -No lo se -dudé. No se si me alcance el dinero...

                 -Nada más por tratarse de ti -de nueva cuenta me advirtió-, y porque se que te ha interesado, te dejo las cartas y el libro por el mismo precio. Hoy es nuestro último día. En la madrugada nos vamos.

El mensaje ya había sido lanzado: Esa era mi última y quizás mi única oportunidad. En mi mente retumbaban siete de las palabras que la mujer me había descifrado: “Te ha estado esperando” “Te está llamando” Una sensación extraña se apoderó de mi entonces. Metí las manos en los bolsillos de mi pantalón, deseando tener el dinero suficiente para pagar por él, pero no era suficiente, por lo que, decidido, como todo adolescente desesperado por poseer aquello que le ha cautivado, valiéndome de mi gusto y el de mi madre, por la lectura, acudí a ella para pedirle que me diera el dinero que me hacía falta para comprar un libro. No dudó en dármelo, y entonces volví a la feria, donde la amable vendedora nuevamente me sonrió y sin que yo le dijera nada lo empaquetó. Hicimos el intercambio acordado.

               -Mucha suerte -me dijo, despidiéndose. Yo se que le vas a dar buen uso, por eso lo guardé para ti.

¿Alguna vez has creído en los espíritus? ¿En los seres de luz tomando forma humana o manifestándose por medio de un alma, para hacer cumplir un decreto divino? Porque yo estoy convencido de que aquella feriante lo era, y que se cruzó en mi destino por mandato místico, enviada para encontrarme y reconocerme cuando me descubriera seducido por el que sería mi más grande instrumento espiritual, por lo que me reste de vida.

Las horas para estar a solas con mi adquisición se hicieron tan largas. Solo deseaba tener un momento que no terminara y, cuando este llegó, no pude dejar de admirarle, de apreciarle y sentirle. Era ahora mi más grande tesoro, mi secreto mas íntimo. Me aferré a él con un fervor pundonoroso, dormí con él, leí el libro una y otra vez, dejando emerger su sabiduría lentamente, haciendo emanar en mi el sublime don de la paciencia, hasta que repentinamente se me reveló y pudimos hacer conexión, volviéndonos uno mismo, al hacerlo parte de mi, de mi vida, de mi ser. Del azar y de la suerte. Y hoy comprendo que llegó a mi simplemente porque nadie puede huir a su destino, a aquello que mágicamente, por decreto divino, uno estaba predestinado a vivir, porque absolutamente nadie puede huir a lo que, desde mucho antes de concebir la vida, al nacer, ya estaba escrito en las estrellas.